viernes, 19 de agosto de 2011

El Espíritu Santo habla a nuestra vida






Un joven de vida espiritual fue a una reunión de estudio de la Biblia en la residencia de un matrimonio amigo. Era noche de jueves. El matrimonio dividió el estudio entre oír a Dios y obedecer la palabra del Señor. El joven no podía dejar de querer saber si "Dios aun habla con las personas". Después del estudio, el salió para tomar un café con los amigos que estaban en la reunión familiar, y discutían un poco más sobre el mensaje de esa noche. De formas diversas ellos hablaban cómo Dios había conducido sus vidas de maneras tan diferentes. 

Eran aproximadamente las 10 de la noche cuando el joven se despidió de sus amigos y comenzó a dirigirse a su casa. Sentado en su automóvil, comenzó a pedir: "Padre Celestial, si aún hablas con las personas, habla conmigo. Yo te escuchare. Haré todo para obedecerte" Mientras conducí­a por la avenida principal de la ciudad, tuvo un pensamiento muy extraño, como si una voz hablase dentro de su cabeza: "Para y compra un litro de leche". El movió su cabeza y dijo en alto: "Dios, ¿eres tú, Señor?". No obtuvo respuesta y continuó dirigiéndose para su casa. Sin embargo, nuevamente, surgió el pensamiento: "Compra un litro de leche". El joven pensó en el pasaje de la Biblia que habla de Samuel y cómo él no reconoció la voz de Dios, y cómo Dios habló con Samuel. ¡Muy bien, Dios! En caso de ser el Señor, voy a comprar la leche. Esto no parece ser una prueba de obediencia muy difícil. Total, uno podrá también usar la leche. Así­ que paró, compró la leche y re! inició su camino a casa. Cuando pasaba por la séptima avenida, nuevamente sintió un pedido: "Gira en aquella calle". Esto es una locura, pensó y pasó de largo el retorno. Nuevamente sintió que debería haber girado en la séptima avenida. En el siguiente retorno, el giró y se dirigió por la séptima avenida. Medio bromeando, dijo en voz alta: "Muy bien, Dios. Lo haré". Siguió avanzando por algunas cuadras cuando de repente sintió que debí­a parar. Se detuvo y miró a su alrededor. Era un área mixta comercial y residencial. No era la mejor área, más también no era la peor de la vecindad. Los establecimientos estaban cerrados y la mayorí­a de las casas estaban a oscuras, como si las personas ya se hubiesen ido a dormir, excepto una del otro lado de la calle y que estaba cerca. Nuevamente, sintió algo, "Ve y dale la leche a las personas que están en aquella casa del otro lado de la calle". El joven miró la casa. Comenzó a abrir la puerta del coche, pero se volvió a sentar. "¡Señor, esto es una locura!" ¿Cómo puedo ir a una casa extraña en medio de la noche?". Una vez más, sintió que deberí­a ir a dar la leche. Finalmente, abrió la puerta,"Muy bien, Dios, si eres el Señor, iré y entregaré la leche a aquellas personas. Si el Señor quiere que yo parezca un loco, muy bien. Yo quiero ser obediente. Pienso que esto va a contar para algo; sin embargo, si ellos no responden inmediatamente, me iré en el mismo acto. Atravesó la calle y toco la campanilla. Pudo oí­r un barullo viniendo desde dentro, parecido al llanto de una criatura. La voz de un hombre sonó alto: ¿Quien está ahí­? ¿Que quiere?. La puerta se abrió antes que el joven pudiese huir. De pie, estaba un hombre vestido de jeans y camiseta. Tení­a un olor extraño y no parecí­a feliz de ver a un desconocido de pie en su solera. "¿Que pasa?" El joven le entrego la botella de leche. "Compre esto para ustedes". El hombre tomó la leche y corrió adentro hablando alto. Después, una mujer pasó por el corredor cargando la leche en dirección a la cocina. El hombre la seguí­a, sosteniendo en brazos una criatura que lloraba. Lagrimas corrí­an por el rostro del hombre y luego comenzó a hablar, medio sollozando: "Nosotros oramos".. Tenemos muchas cuentas que pagar este mes y nuestro dinero se habí­a acabado. No tení­amos más leche para nuestro bebe. Apenas oré le pedí­ a Dios que me mostrase una manera de conseguir leche. Su esposa grito desde la cocina: "Pedí­ a Dios que me mandara un ángel con un poco.... " ¿Ud. es un ángel? El joven tomó su cartera y sacó todo el dinero que habí­a en ella y lo colocó en las manos del hombre. Se dio media vuelta y se fue a su vehículo, mientras las lágrimas corrí­an por sus mejillas.



"Pidan, y se les dará; Busquen, y encontraran; Llamen, y se les abrirá. Por que todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama se le abre."
Mateo 7:7-8


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